martes, 7 de abril de 2009

Pebeta de mi barrio (Artículo periodístico 4)

Yo te quiero igual. No importa que la misoginia condicione mis gustos tangueros, a partir de vos antepongo un “casi” cada vez que digo que ninguna mina que canta tangos me gusta.
Tampoco importa que te hayas maquillado el nombre, recortando la muzzarella que chorrea del “Lichinchi” original con la tijera de un “Varela” más tanguísticamente correcto, y menos todavía me importa compartirte con algún figurón de la política. Es inevitable y, además, estoy acostumbrado; ya me pasó con Piazzolla y algún conocido “periodista corcho”, con Independiente y algún “ex – presi” (ex – presidente, digo, no ex – presidiario)
¡Lo que son las cosas! Siempre había oído hablar de vos, pero no sabía que cantabas. Para toda mi familia habías sido siempre Adriana, de Avellaneda, la amiga de mi prima Mónica, su compañera de estudios, hasta que una vez te vi. Yo tampoco buscaba a nadie, y te vi.
Claro, eso fue hace un toco de tiempo y, por ese entonces, los tres o cuatro años que nos separan eran un abismo generacional insalvable. No me diste ni cinco de bola.
Era lógico, a tu lado yo era un péndex. Un imberbe, me decía un General, que también me llamó estúpido, me acuerdo, y probablemente tuviera razón, aunque eso no obstó para que, mientras vos charlabas sobre no sé qué con mi prima, yo me dedicase a navegar al garete por el abismo de tus ojos durante los quince o veinte minutos que duró el parloteo con tu amiga. Yo no pintaba nada, pero me importó un comino. Te quise igual.
Pasaron los años, varios, y muchas cosas entre medio. El alma, que debe ser wash & wear, se nos estrujó un montón de veces por distintos motivos y volvió a lucir, impecable y planchadita, otras tantas. La vida, nada más, y tus ojos siempre ahí, en un bolsillo chiquitito del alma, como esas monedas de diez guitas que uno guarda de recuerdo.
Entonces, un día me llamó Judith para decirme: “Poné la tele, el programa de Sofovich “– aclarando, antes de oir el insulto que ya salía de mi boca- “es que va a cantar Adriana Lichinchi, ¿te acordás de la amiga de Mónica?, bueno, ahora se llama Varela y canta tangos, ponela, vas a ver qué bien canta, dale”.
Y te puse.
Y me aguanté un montón de tiempo al “Ruso” para ver tus ojos, nada más, ya te dije que las minas que cantan tango no me gustan. Y, de repente, el alma se me hizo bandoneón y me lloraron las tripas cuando tus ojos tuvieron voz, y tu voz tuvo el perfume del barrio.
No hablo de la peste del Riachuelo, no, me refiero al otro olor, al que está detrás, al que sólo se percibe oliendo fino, como los catadores. Al aroma de los yuyos del terraplén, al de la niebla, al de la caña en los boliches del doque, al del choripán en la cancha. Te quise mucho más.
Luego pasó más tiempo y más vida. Yo seguí navegando al garete y recalé en Barcelona, a diez mil kilómetros de Avellaneda, para escribir tonterías que casi nadie lee y vos, seguro que tampoco. ¡Qué desencuentro!, parece un tango, ¿viste?
Un día cualquiera me metí en una disquería para despuntar el viejo vicio de adolescente, escuchar música sin garpar. Allí, como en los cambalaches, mezclado con los engendros de Julio Iglesias, los de su hijo, los de algún hijo de Palito y los de algún chozno de Leo Dan, encontré un disco del Sexteto Mayor. Invitada: vos.
Me calcé al instante los “orejulares” mientras apretaba los botones como un poseso.
No sé si fue que el día estaba gris, o si fue por la distancia mezclada con saudades. No sé si fue que me agarraron en un día “fulo”, o si fueron tus ojos disfrazados en la voz, pero se me aflojaron las patas, ché. Me quedé calentito y a la espera de sacar al bolsillo del pulmotor a la espera de comprar el C.D.
Pero no me dieron tiempo. Una amiga de un amigo cayó por aquí con un disco tuyo que ofrece veintidós temas, entre ellos una canción sin puñales.
¡Mentira cochina! Son veintidós puñaladas traperas, ¿sabés?, y yo estaba más o menos preparado, pero Tito no. Él no te conocía, porque hace muchos años que falta de allá, pero también sabe de catar olores, porque es de Constitución, el mismo Riachuelo, pero desde la otra orilla, y, aunque nunca vio tus ojos, intuye su hechizo.
A él tampoco le importa nada de nada. Ni el no haberte visto jamás, ni el que vos no sepas que él existe, ni que no leas esto, ni tu apellido, ni compartirte con cualquiera. Ahora él también te quiere, como yo. Casi como yo.
A los dos nos basta con tu voz trayendo la brisa de los paraísos de Sarandí, el gris de los empedrados de Piñeiro, la furia de la sudestada en Quilmes, el calorcito confortable de la ginebra en La Paz, el olor a medialunas del Tren Mixto, el traqueteo del 98 planeando sobre Mitre, el sabor criminal de la pizza con moscato.
¡Qué sé yo, piba! A nosotros nos gustaría cantarte un tango bien debute, pero somos medio perros, ¿sabés? Y bueno, tendrás que conformarte con esta pequeña confesión: “¡Te queremos!”
¡Chau, un beso!
Barcelona, julio de 1998

18 comentarios:

gloria llopiz dijo...

Mamma mia!
glo

Enrique de Lasuen dijo...

Yo hablaba de tango, no de ABBA.
Gracias, dulce.

cachu dijo...

linda tu evocacion y deschave ,pero conseguiste hacerle llegar la confesion ?
tenes medios de saber la dire .
linda hembra pero con tonada del polaco goyeneche , que nunca me gusto .
si la ves , decile que me regale la bombachita de la caniya
pa comenzar mi fetichismo

Enrique de Lasuen dijo...

Sí, Cachu, le llegó la revista y un año más tarde me llamó desde Baires para darme las gracias. Me dijo que había tratado de localizarme junto con Serrat y Sabina (a mí, una rata de puerto) pero que recién había obtenido mi número gracias a mi prima, que vive en Brasil. Después hablamos varias veces más y tuvimos varios desencuentros, hasta que por fin nos vimos en Barcelona y ella me cantó al oído, después de un concierto, para mi solito, un pedacito de "Toda mi vida". Y ahí fue cuando me derretí.
Lo de la bombachita se lo voy a plantear. A lo mejor le sobra alguna. O dos, je,je.

anhir21 dijo...

Quiquín, te leo y tus palabras me producen esa rara sensación acá ¿ves? en el pecho, lateral al corazón un cosquilleo me invade y me voy hacia esos barrios que alguna vez caminé hace ya qué se yo cuánto tiempo atrás, me encantó, como siempre, como todo lo que he leído hasta ahora, sólo que éste despertó una rara mezcla de nostalgia y deseos de andar, besotes de la besería de Harpo

Enrique de Lasuen dijo...

Pues entonces, a salir a patear las veredas, que en otoño se llenan de hojas de plátano secas que te acompañan con su ruido al pisarlas y suele hacer días lindos, con solcito. Esos no son barrios turísticos, pero se pueden remplazar por otros.
Lo de la sensación rara, ¿no será un provechito atravesado?
Estás guapa en la foto.
Besos, y gracias por pasar.

manolito dijo...

Me encantó tu relato ENRIQUE, yo tambien estoy enamorado de ADRIANA,la desgracia que tengo es que ella siempre te escogerá a ti, normal "calzas" más que yo, no me refiero al "calzar" que pueda alguien pensar, me refiero al "calzo"de la inteligencia, en cualquier caso ,solo un pequeño apunte, no mezcles el nombre de esta mujer genial , con el del aborrecible, con el estúpido JULIO IGLESIAS, que además de no cantar "un pijo" es un facha con pedigree, él y toda su prole de niñatos. Como te envidio , haber tenido el privilegio de tener a ADRIANA tan cerca, los hay que nacen con estrella.Un abrazo

Enrique de Lasuen dijo...

Fue un momento imborrable, sin duda. Lo malo es que delante estaban una de mis hijas y su madre (mi mijer, por entonces)
Lo de Iglesias es, por supuesto, adrede, como los demás que incluyo en la lista, todos cortados por la misma tijera. Y no te creas que ella me preferiría a mí, sobre gustos no hay nada escrito y lo de cuánto calza cada uno... eso está por verse.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Enrique, tengo tantas ganas de descubrir Baires y en general Argentina, que tu relato inició su querencia. Quieres cuando conoces. Haces tuyo aquello que te invita a pasear por sus veredas. Lo conseguiste. Con tus nostálgicas y evocadoras palabras empece a conocerla. Gracias...
Ángeles

Enrique de Lasuen dijo...

Gracias, Ángeles.
Me alegra haber provocado esos efectos en ti. Buenos Aires es una ciudad maravillosa y entrañable, pese a sus defectos enormes. Supongo que es como con las personas, que nos enamoramos de ellas a pesar de sus taras.
Un beso.

Monica dijo...

¡Bueno! este es la frutilla del postre.
Confieso que a mi, no me gusta la Varela pero me gusta como te gusta y como la retratás en el relato.
Esa composición del encuentro,el seguimiento,hasta tenerla ahí...y resulta que por poco te faltó el regimiento de Patricios -de espectadores-
Todo tan bien organizado en esta historia que la leí tres veces, y cada vez me gusta más.

Cariños de Mitb@

Enrique de Lasuen dijo...

¿Y ahora qué digo? Me elogiás tanto que ya no tengo palabras para agradecerte sin que parezca que te estoy devolviendo las flores. Gracias, una vez más.

Anónimo dijo...

No me gusta como canta esta mujer y, en general, casi todas las mujeres del tango, pero la forma en que describiste tu morriña sumada a tu amor por ella y las circunstancias que se fueron dando, dieron por resultado un texto muy hermoso. Las palabras y la prosa, simples e impecable, hacen que uno se sienta inmediatamente en tu lugar.

Un placer leerte, Enrique.

Enrique de Lasuen dijo...

Muchas gracias, Lobo. Es un gusto muy grande tenerte por estos pagos comentando. Intentaremos seguir en la brecha. Un abrazo.

Lils dijo...

Lo que voy a decir no tiene nada que ver con nada, ya lo sé.
Pero leyendo esto se me ocurrió pensar que tal vez me empezaria a gustar el tango si viviera durante mucho tiempo fuera de mi país.

A mucha gente le pasa.

Saludos!

Enrique de Lasuen dijo...

Tal vez, pero no es mi caso. A mí me gustaba desde mucho antes de irme, como ella me resultaba atractiva mucho antes de que empezara a cantar en público.
Decía mi padre que es muy raro que el tango guste antes de los 25 años, porque hasta entonces casi nadie tiene mucha historia vivida, pero no creo que siempre sea así. Hay gente que se muere sin que le guste y hay otros que se acercan a él porque otro los contagia (un novio, un amigo, un músico o cantante que los impacta, etc.)
Curiosamente, mi padre murió cuando yo tenía 25 años, pero no sé si ya entonces me gustaba el tango. Me recuerdo escuchando jazz, rock y música brasileña en aquel tiempo. Me encantaría que empezara a gustarte a partir de hoy. Gracias por pasar, Lils.

Ambar dijo...

Harpito ...vos sí que no pegás una!!!!!!que te canten al oido......y tu jermu enfrente!!!!!
jajajajaaaaaaaaaaa.....
Besos........de mi besería!!!!!
Ambar...

Enrique de Lasuen dijo...

¡Snif! No pego una, no. Es la historia de mi vida. Quevachaché.
Besote.