miércoles, 15 de abril de 2009

LA VIAJERA PERDIDA (Cuento 2)

El forense dictaminó suicidio. No se pudo establecer su identidad, así que ahora toca decidir qué se hará con el cuerpo, si inhumarlo como N.N. o cederlo a la universidad para que lo utilicen en sus prácticas los estudiantes de medicina. Si se opta por la primera posibilidad, el olvido definitivo y el anonimato la habrán hecho su presa sin remedio. Si, en cambio, se elige la segunda, la pobre mujer tendrá -si es que en su estado de vida ausente es posible tener algo- una remotísima oportunidad de que alguien rescate una pizca de su historia, aunque sólo sea por mera casualidad.
Tal vez (sólo tal vez, sólo si...) alguien sea capaz de descubrir en el hígado del cadáver hallado en la playa de San Lorenzo el rastro de la borrachera de la última noche, compartida con el músico ambulante que conoció el día anterior en la Rambla de Gijón. Borracho como ella, argentino como ella, perdido como ella, suicida como ella, «,- — pero menos (él prefería matarse poco a poco). Suficientes coincidencias para intentar, sin éxito, elaborar un sucedáneo de amor furtivo, sucio, clandestino, en la soledad nocturna y helada de la playa. Allí se acariciaron, se besaron, se insultaron, se golpearon y sembraron la arena con orina, vómito y orujo para, por fin, marcharse cada uno por su lado.
Quizás (sólo quizás, sólo si....) algún estudiante observador encuentre los restos de las lágrimas atrapadas entre las glándulas secretoras y los ojos inertes, y en ellas pueda ver impresa la decisión de acabar con su vida infeliz desde hace ya mucho tiempo, como un tatuaje gris sobre fondo glauco. Lo supo cuando leyó la biografía de Alfonsina Storni: sería como ella. Lo supo en el tren que la llevaba de Madrid a Gijón, cuando el sol que entraba por la ventanilla reflejaba su cara en el cristal, difuminada, ¿o era el rostro de Alfonsina?. Al menos se parecía a la fotografía impresa en la contraportada de la biografía que descansaba sobre su regazo, acunada por el traqueteo del convoy.
Las dos fisonomías tenían en común la cicatriz de la tragedia presentida atravesando las mejillas como un barbijo; ambas miradas se encontraban en el vacío de los que nada tienen que perder, ni nada por ganar. Ni siquiera había dinero de por medio. Ella se había gastado todos sus ahorros en el billete a España: tenía que conocer Asturias; solamente eso.
Puede que (sólo puede que, sólo si....) alguien localice entre las fibras musculares agarrotadas por el rigor mortis (absurda y macabra forma de recuperar la turgencia de los años juveniles) algún indicio de los golpes. Palizas hubo siempre. A las putas viejas les pegaban nada más bajar del camión policial, por diversión. Cuando era joven y más o menos bonita la golpeaban por rehusar a ceder sus favores al cabo de guardia (negarse al comisario significaba la pena de muerte). Los tipos que la explotaron (fueron varios) también le pegaban, para reforzar su dominio, igual que aquel señor de aspecto fino y elegante, con abrigo de piel de camello y zapatos lustrosos a quien su madre la entregó para que la amansara y le enseñara el "trabajo", antes de cumplir los dieciséis. Su madre también le pegaba, porque sí.
En una de esas (sólo en una de esas, sólo si....) en el caracol del oído haya todavía ecos de sus llantos de la infancia en el conventillo de la calle Pedro de Mendoza, allá en el Nuevo Mundo, en la nueva miseria. Llantos hubo siempre, suyos, por no poder ir a la escuela, por no tener más juguetes que una muñeca de trapo a la que le faltaba un ojo, por tener que fregar suelos ajenos, por el hambre, por los golpes. Su madre también lloraba, derrumbada junto a la botella de ginebra, con la bata entreabierta dejando ver la desnudez que había debajo, aprovechando los intervalos entre las visitas de un señor (siempre distinto, todos iguales) para contarle a ella de su Asturias, de la Virgen de Covadonga, del puente románico, de los osos, de las manzanas, de la sidra saliendo a chorros del tonel en el lagar de la abuela, del miedo al lobo, del padre que no la reconoció y era un minero de Mieres, de las mazorcas en el hórreo, del viaje en barco a través del Atlántico, vomitando doble por las olas y el embarazo, de las escalas en África y Brasil (todo igual: un calor infernal y lleno de negros vestidos de colorines), del arribo a la dársena de Buenos Aires en donde no había nadie esperándola, de la mugre de la primera pensión y la cucaracha en la sopa, del parto a solas en el hospital, de la suerte, de las maldiciones, del odio.
Tal vez, quizás, puede que, en una de esas, ella haya retornado a Asturias para cerrar un círculo vacío. A lo mejor descubrió, tarde, como Alfonsina, que bajo el mar tampoco hay Paraíso y por eso volvió a la playa, como Alfonsina, como todos los que van a suicidarse en un océano de estómago incapaz de digerir la escoria humana y que por eso regurgita los cuerpos de los muertos. A lo mejor todo fue un mal sueño y nada
de esto haya ocurrido realmente. A lo mejor ella fue siempre N.N., con ene de "no name", con ene de "nunca", con ene de "nadie", con ene de "nada". Casi no hay forma de saberlo. Sólo si....

1º premio Concurso literario "Cuentos de mujer", Cangas de Onís, Asturias (2003)

19 comentarios:

Miguel Angel "MAD" dijo...

exelente Enrique....tengo una amiga a la cual hace años no veo, pero tan nn, y tan degradada y marginada como esta, que fue a Valencia, a buscar algo de lo que aca nunca tuvo y termino en un burdel de poca monta,solo espero que no haya leido a Alfonsina...
MAD51

Anónimo dijo...

Quiquín, no debo leerte al alba, me dejás el alma desgarrada, pero no puedo evitarlo, soy adicta a tus escritos, impecablemente cruel...
Besos enormes
anhir

Enrique de Lasuen dijo...

MAD:
Gracias por pasar. A mí también me inspiró una NN que conocí y que fue muy importante en mi vida, pero ella, afortunadamente, no llegó a estos niveles de degradación ni leyó nunca a Alfonsina, supongo.
El problema no está, a veces, en cambiar de sitio, si no en no arrastrar a los propios fantasmas adonde uno vaya.
Espero que tu amiga esté bien, pese a todo.

Enrique de Lasuen dijo...

Angie:
Lo siento, no calculé la diferencia horaria ni esperaba que pasaras tan pronto.
De todas formas, lo bueno que tiene de leer esta historia temprano es que, inmediatamente de acabarla, uno se puede ir a la calle y ver que hace un día hermoso de sol, o de nubes, con o sin lluvia, luego recordar que era una historia inventada y tomar conciencia de que la vida es linda y merece vivirse, pese a las cruces que nos haya tocado cargar.
Un beso muy grande, y gracias por venir.

manolito dijo...

Te felicito ENRIQUE ,este relato ha conseguido estremecerme, al percibir en tu escrito, la verdadera vida de uno o una de los millones de olvidados que hay en este puto mundo, a los que cuando mueren nadie conoce, aunque sea su hermana.Saludos rojos

Lils dijo...

Vengo siguiendo un vínculo del blog de "las peores" y lo que vi a simple vista me gustó. Me permito hacerle una sugerencia ¿por qué no agrega un gadget nuevo que hay para que una se pueda agregar como seguidora del blog y así puedo enterarme desde mi panel de sus actualizaciones? es nada más que una cuestión práctica.
Luego comentaré sus post.
Saludos!

Enrique de Lasuen dijo...

Lils:
Muchas gracias por pasar y comentar. Su sugerencia es buena, y el gadget está en alguna parte, porque lo he visto, y algunas personas lo han utilizado, como su amiga Gloria. Lo que no sé, es decirle cómo llegar a él, ya que soy un analfabestia informático. En alguna parte aparece un cuadrito, arriba a la izquierda, que dice "seguir blog" y creo que es allí donde hay que hacer click. Lo buscaré y prometo avisarle cuando lo encuentre.
Saludos y gracias de nuevo.

Enrique de Lasuen dijo...

Lils:
En el cuadro en que Ud. escribe para publicar un comentario, aparece un link en azul que dice "Mostrar entrada original". Si hace clic allí aparecerá el relato original y la ventana que le mencioné. Espero que no tenga dificultades. Gracias.

Lils dijo...

lo que tenés que hacer es ir a la parte "diseño" y "agregar un elemento de página" entre todos los elementos que muestra, seleccionar el que dice "seguidores" o algo asi, y agregarlo, tan simple como eso!
Si no se entendió es porque soy malísima explicando! jaja

Enrique de Lasuen dijo...

Gracias, Lils, ya lo hice. Misión cumplida.

cachu dijo...

frente a esta muerte imaginada , solo inclino mi verguenza y entono
NAM MIOJO RENGUE KYO
NAM MIOJO RENGUE KYO
NAM MIOJO RENGUE KYO
NAAAMMMIIIOOJOOOREEENNNGUEEEEKYOOO

Enrique de Lasuen dijo...

Gracias, Cachu. También por apuntarte como seguidor. Bienvenido.

Anónimo dijo...

Seguro que, Alfonsina y cualquier mortal, deja la degradación si consigue encontrar a alguien que la quiera sin pedir nada a cambio. Mi afecto te acompaña... Ángeles

Enrique de Lasuen dijo...

Ángeles:
Es verdad, la soledad es mala consejera y su abundancia degrada. Gracias por venir.

Anónimo dijo...

Enrique este relato me encantó,me sedujo de manera escalofriante por el buen ritmo que lleva del principio al fin.
Es un paseo por el mapa oscuro del ser humano cuando va en caida estrepitosa y se siente como el suelo falta bajo los pies,allí donde abisma la historia y decanta todo lo sombrío.
Como si el sufrimiento y ese combate, con el holocausto de las sombras; fuese la cuota diaria que nos exigen las culpas.
No puede extrañar (reitero) que recibas tantos premios,bien merecidos están.
Un abrazo cordial
Mitb@

Lils dijo...

Ahora sí!

Enrique de Lasuen dijo...

Mitba:
Gracias por tus palabras, una vez más. Un día de estos te voy a encargar que escribas mi epitafio. Je,je. Nadie lo hará mejor que vos, seguro.

Lils:
Misión cumplida.

mariarosa dijo...

Muy buena historia!!
Cada palabra está perfectamente escrita, un drama que nuca termina, siempre existe una NN. Merecido premio, bellísima historia.

mariarosa

Enrique de Lasuen dijo...

Muchas gracias, María Rosa, tanto por pasar como por comentar.
¿Eres la misma María Rosa de Igooh?