viernes, 14 de diciembre de 2007

LA ÚLTIMA CURDA

Fragmentos de un diario de realización improbable y fechaje incierto que incluye: devaneos variados, juegos infantiles, relaciones amorosas, rasgos de humanidad y una metáfora culinaria, ligeramente repugnante, a modo de colofón.

Hace ya tiempo:

“Hoy ha sido un gran día para mí: encontré una vivienda desocupada y reúne todos los requisitos; es amplia, cómoda, llena de recovecos, sombreada y - sobre todo, lo más importante- es absolutamente húmeda. Es cierto que detrás de los zócalos hay un nido de cucarachas, pero creo que no vamos a molestarnos mutuamente, así que con seguridad nos llevaremos bien. Por lo demás, tengo acceso directo al jardín, el recorrido es corto y no requiere gran esfuerzo. ¡Estupendo!, creo que voy a vivir bastante tiempo aquí”.

Días después:

“Tal como suponía, mis vecinas, las cucarachas, no son nada belicosas, aunque tampoco puede decirse que sean amigables. Por lo menos mantienen la distancia y el respeto que requiere la convivencia entre vecinos y, pese a su número, son silenciosas. He descubierto algunas arañas, pero están en el techo, que es muy alto, y nunca bajan. Mejor así”.

Una semana más tarde:

“Intuyo problemas. Hay un nuevo inquilino en la casa, es un hombre joven y, al parecer, soltero. Esta mañana lo vi fregando el suelo del baño; parecía contento, porque tarareaba un rock & roll y rasqueteaba con entusiasmo. No me vió, porque lo espié todo el tiempo escondida en la cisterna, por una hendidura entre dos azulejos; las cucarachas tembién lo espiaban tras el zócalo y creo que él tampoco se percató de su presencia. Extremaré precauciones”.

Sábado siguiente:

“He suprimido mis excursiones diurnas por la casa. Sólo salgo bien entrada la noche para evitar al nuevo, pero hoy casi me pesca. Al parecer, se fue de juerga y volvió, en curda, más tarde de lo habitual. Menos mal que no tenía muchas ganas de ir al baño, porque se detuvo en la cocina para tomar un vaso de vino (otro), lo que me dio tiempo para esconderme detrás del inodoro antes de que encendiese la luz. Me parece que descubió alguna cucaracha porque le oí arrojar un zapato contra la pared y putear. Por fin, entró en el baño, meó y salió. Yo volví a mi refugio de la cisterna. Salvada por un pelo”.

Domingo:

“Confirmado: descubrió a las cucarachas, porque esta mañana roció con insecticida los zócalos de toda la casa y también los marcos de puertas y ventanas. Es una masacre. Algunas de mis vecinas salen atontadas a morir en mitad del suelo; otras se revuelven patas arriba en una larga agonía; las menos afectadas huyen despavoridas buscando un nevo escondite. El nuevo ha ganado la batalla, pero no sabe que la guerra continúa. Hay un montón de huevos que reventarán de un momento a otro y las nuevas pondrán más huevos y crearán defensas contra el insecticida que se transformará en limonada y el nuevo se morirá de viejo y habrá tenido un solo hijo o, como mucho, dos, y las vecinas se habrán multiplicado geométricamente y el idiota sonríe porque cree que con su bendito aerosol ha terminado con la plaga. Será imbécil. Estuvo más de media hora sentado en el inodoro, controlando la posible aparición de más insectos, pero no pasó nada; cuando se aburrió de esperar, se limpió el culo y se fue. Tiene las piernas largas y peludas, y calzoncillos celestes”.

Miércoles o jueves:

“Ha descubierto mi rastro surcando el espejo, pero me parece que no sabe bien qué es. Como sea, revisó todo el baño de arriba abajo y de paso se cargó unas cuantas telarañas con sus respectivos inquilinos. Está intrigado”.

Viernes:

“El nuevo sigue roído por la incertidumbre. Ha vuelto a ver mi rastro, esta vez sobre las baldosas, pero como dí muchas vueltas las huellas se cruzan varias veces e, invariablemente, se pierde al intentar seguirlas. Para mañana le prepararé otro laberinto, más complicado todavía”.

Martes o miércoles siguiente:

“Se acabó la diversión. Me descuidé y me pescó con las manos en la masa –si es que se puede decir esto de mí-, entretenida en trazar un complicado dibujo de babas sobre el espejo del botiquín, muy lejos de mi húmedo reugio de la cisterna, recibiendo de lleno la luz de los focos que el nuevo acababa de encender, como un artista en el escenario. El terror me paralizó y mi cuerpo gelatinoso se transformó en piedra. Creí que me moriría, es decir, que él me mataría pero, en cambio, se acercó al espejo sonriendo con la alegría de haber resuelto el enigma.

- Well –dijo- ¿wht are you doing here, little…?, ¡hey!, ¿what’s your name?, I’m Peter.”

“Dijo que estaba muy contento de poder verme al fin, me tocó apenas los cuernos y dijo que era inglés y que me llamaría Babsie, ya que ese nombre de su tierra sonaba parecido a “babosa”, es decir, a lo que soy. Comenzó a afeitarse mientras tarareaba el “Va pensiero” –sin orquesta, claro- y yo me fui retirando hacia el inodoro con mayor lentitud que la normal, tratando de pasar inadvertida. Peter terminó con sus preparativos matinales, saludó –bye, bye, Babsie- y se fue a trabajar”.

Un mes después:

“Nos hemos vuelto a ver varias veces. También han aparecido nuevas cucarachas –los huevos, se sabe- pero a Peter parecen no interesarle; tal vez no las haya visto. Es un tipo afable, cada vez que entra al baño me habla, aunque no pueda verme Él sabe que estoy allí (salvo una vez que yo había salido al jardín a comer y cuando volví me lo encontré hablándole a la pared) Me contó que trabaja para una compañía de seguros y que estaban por darle un ascenso. También tiene una novia, Margarita, compañera de oficina, con la que piensa casarse y tener hijos (dos, o tres), y tiene dos sobrinosd en Inglaterra, Patrick y Rebecca, pero todo el mundo los conoce por Pat y Becky, hijos de su hermana Oona, que se llama como la mujer de Chaplin, un actor famoso que fue Sir, pero antes tuvo problemas por ser judío o comunista, o las dos cosas a la vez en Estados Unidos, y que vivió en Suiza y murió en alguna parte y tuvo muchas hijas, o dos, o una, o Oona, como la hermana de Peter. Vidas de cine, decía él, no como la suya, de casa al trabajo y un rato café con amigos, un rato Margarita con amigos pero mejor a solas, un rato comer, un rato monólogo con Babsie, un rato dormir. Mañana será otro día, otro rato. Rato trabajo, rato café, rato Margarita, and so on, and so on, and so on. También está el coche, hay un rato coche. Lo quiere como a un hijo, lo mima, lo cuida, lo adora, lo lava, lo peina, lo perfuma, lo plancha, lo aferra, lo siente. Como a Margarita, pero distinto. Beautiful Margarita, wonderful car.”

Otro mes más tarde:

“La vida sigue más o menos igual. Las cucarachas (antes huevos) son tan indiferentes como sus ancestros. Tenemos territorios diferentes, ellas por abajo y yo por las paredes. En el techo las arañas, que han vuelto a tejer (¿también serán antes huevos?) Durante este tiempo Peter ha continuado con sus confidencias hacia mí, como si fuera una vieja amiga suya, o su madre. Me aburre un poco con sus ridículos ratos Margarita y todos los demás (si son todos así, los problemas de los humanos parecen bastante absurdos), pero al menos no molesta y puedo cruzar el baño cuando me da la gana e irme a comer al jardín, y en la cisterna tengo toda la humedad del mundo y ya encontraré con quién aparearme, no tengo prisa y… Ahí viene Peter, gritando mi nombre. Me asomo a ver. Está raro, parece borracho, tiene la cara enrojecida y le cuesta coordinar el habla. Sí, sí, está borracho como una cuba. Camino por los azulejos para verlo mejor. Está en el inodoro, cagando con estrépito (el gas de la cerveza, seguro) mientras vomita en el bidé. También parece que llora y se suena los mocos con papel higiénico. ¡Qué maravilla, cuántas cosas a la vez pueden hacer los humanos! Insulta y maldice a todo el mundo, hasta el coche ha dejado de ser wonderful. Creo entender que no hay ascenso y, para colmo de males, beautiful Margarita is leaving with his boss, la muy bitch. O sea que cornudo y postergado, quién sabe hasta cuando postergado, pero cornudo forever. Puede haber un rato postegado, pero no hay un rato cornudo. Cornudo por siempre jamás y a manos (es un eufemismo) de su propio jefe. Ahora se ha ido a la cocina (con el culo sucio), lo oigo rebuscar en los armarios, hipando. Tal vez haya decidido emprender una nueva cruzada contra las cucarachas (antes huevos que han puesto más huevos). Tiene la mirada roja de furia, de ira contenida, de ganas de ver una muerte lenta. Un rato muerte, pero un rato largo, para regodearse en la venganza, en el sufrimiento, en la agonía (la agonía y el éxtasis, dice con sabor a vómito) No trae insecticida, pero es tarde para huir y me hallo demasiado lejos de la guarida. Peter trae un salero. Un par de sacudidas de muñeca (breves). Un rato de lluvia blanca sobre mí (raindrops keep fallin’ on my head, canta el nuevo) Un buen rato de babas espumosas. Un rato de deshidratación (cuánta sed) Un rato de cagarme en la puta que los parió a Margarita, al boss, a Pat & Becky, a Chaplin, a Oona, a la reputísima madre de Peter y a su fuckin’ sister. Un rato de chicharrón friéndose en su jugo. Un rato (dentro de un rato) de festín inesperado para las cucarachas que antes fueron huevos y pusieron más huevos. Hace un buen rato que las arañas nos observan desde arriba, como ángeles estrangulados en el techo, bailando su último tango, mientras Peter duerme la mona de su última curda sentado en el bidé.”


Accésit en Concurso Literario "Villa de Lodosa", Lodosa, Navarra (2003)

6 comentarios:

Anónimo dijo...

No he podido leer todo, pero sólo unas palabras ya me dieron un indicio y mi mente vagó por las palabras, volveré, aún me falta mucho por ver, ya conozco la belleza de tu literatura, un gran abrazo
anhir janir

Anónimo dijo...

¡Genial, Harpo!

LoboEstepario

Anónimo dijo...

¡Lo parió, che! si será vaga la janir que era corto y no lo leyó todo...

LoboEstepario

Anónimo dijo...

Tardé un poco en volver y leerlo completo, pero lo hice, y por partida doble qué joder!! es excelente, me río y mis compañero de oficina me miran sin entender, qué importa, yo entiendo y con eso me basta, la frase final respecto a las arañas me mató, rompe los esquemas, golpea el alma...
Genial como dijo LoboEstepario, besotes Enrique!!

anhir janir

Monica dijo...

Me gusto mucho, me atrapó y también recordé un poco (poquito) a Kafka...
Tan bien resuelto ese final que deja una implosión en las sensaciones táctiles y de las otras ante la descripción de los insectos.
Primeros actores de un relato donde se los respeta y no se les teme.
Saludos cordiales

Alejandro dijo...

bueh, que se le va a hacer, hay gente que no nos aguanta vió, por lo bichos digo,lo pior es cuando se miran al espejo y se dan con la chancleta en la oreja.
Muy bueno. don