lunes, 12 de marzo de 2012

LA FELICIDÁ, JA, JA,JA,JA...

Una de las cosas que me asombran de las redes sociales como Facebook es la velocidad con que la gente intercambia información de distinto tipo, así como la cantidad y diversidad de dicha información, hasta tal punto que quienes tenemos, por diferentes razones, agregadas como amigos a muchas personas (en mi caso supero las trescientas, pero hay quien tiene varios miles) nos encontramos con serias dificultades a la hora de incorporar y digerir toda la información que proviene de nuestros amigos, reales y virtuales.

Quiero decir que a veces leemos una frase, o una cita famosa sin detenernos mucho en ella y aplaudimos o denostamos a quien la subió a nuestro muro, al suyo o al do otro amigo común, según nos haya gustado o no su significado. Sin embargo, pocas veces leemos el comentario con tiempo suficiente como para darnos cuenta de que muchas veces el texto admite una lectura diferente de la que hacemos “prima facie”.

Pongo un ejemplo. Hace unos días, mi amiga Mónica publicaba en el muro de su hermana Patricia una frase sobreimpresa en una foto de Cantinflas (¿su autor?) que decía algo así como que “tu primera obligación es ser feliz, y la segunda es hacer felices a los demás; lo segundo ya lo has logrado”.

Cualquier persona en su sano juicio puede inferir que la intención de Mónica era expresar a Patricia la felicidad que le provoca tenerla como hermana (equivalente a la que a mí me provoca que sean mis amigas estas dos mujeres inteligentes y hermosas) y también exhortarla a ser feliz de una buena vez., pero un ligero cambio en el punto de vista de Patricia, quizá más fatalista, generó un pequeño intercambio de opiniones entre ambas, en el que un servidor intervino haciendo un chiste tonto.

Increíblemente, mi absurda intervención generó por ambas partes el pedido de que intercediera a favor de una o de otra, cosa que no me hubiera sorprendido si no me conocieran desde hace muchísimos años y no supieran que de mi mente enfebrecida es imposible obtener un razonamiento lógico y coherente. El caso es que ningún hombre, demente (como yo) o en su sano juicio podría negarse al pedido de semejantes féminas, así que acepté intervenir.

La primera bobada que se me ocurrió fue decir que yo no quiero tener la obligación de ser feliz, porque la vida ya se encarga de ponernos el listón muy alto, porque ser feliz implica una tarea titánica, de resultado poco menos que imposible como para que, encima, resulte ser una obligación. Quiero decir que con respecto a la consecución de la felicidad, que obtenemos, en el mejor de los casos, en pequeñas grageas, el umbral de tolerancia a la frustración suele ser muy bajo y que si, además, le damos categoría de obligación, ese umbral disminuirá todavía más, lo que nos haría vivir en un estado de frustración casi perenne.

Por otra parte, la vida no reparte de forma equitativa los medios para ser felices. Hay un dicho que expresa que el dinero no da la felicidad, pero que la compra hecha.. Tal vez no sea exactamente así, porque “los ricos también lloran”, pero es indudable que Bill Gates, por poner un ejemplo, tiene muchas más posibilidades económicas que yo de adquirir un mayor porcentaje de aquellas “grageas de la felicidad” de las que hablábamos antes. Me parece, por tanto, que hay un agravio comparativo al hacerme participar contra mi voluntad en una carrera tan desventajosa. La fábula de la tortuga y la liebre es simplemente eso, una fábula, pura ficción.

En cuanto a lo de hacer felices a los demás, me parece una exageración muy peligrosa. No es que niegue el derecho a la felicidad ajena, pero creo que habría que acotarlo. Personalmente, prefiero negarme a facilitar motivos para ser feliz a un pederasta, a un dictador o a un psicópata, diciéndole a este último “estrangúleme y sea feliz”, o al primero “llévese a mi niño detrás de aquel matorral y haga lo que usted sabe con toda confianza, su felicidad es lo primero”.

Otras veces, aunque queramos que la otra persona sea feliz, no podemos lograrlo. Hay trastornos de la personalidad, como la psicosis maníaco depresiva, que alteran las percepciones de quienes la padecen, haciendo que los motivos de felicidad que podamos darles les parezcan exactamente lo contrario, lo que transforma en completamente inútil todo nuestro trabajo en ese sentido.

También hay que decir que el mundo está lleno de pesimistas, egoístas y amargados que se niegan a sí mismos, sistemáticamente y sin motivo aparente, el derecho a disfrutar de unos mínimos retazos de felicidad, así como el permitir que otros lo sean.. ¿Por qué tendría yo que mover un dedo para facilitarles el goce a estos sujetos de tal calaña?

Cuesta reconocerlo, pero hay gente que nos odia. No viene al caso si tienen o no motivos para hacerlo, pero de todas formas nos convierten en objeto de su aversión. ¿Qué hacer frente a ellos? Tal vez cantarles con una sonrisa en los labios aquello de “ódiame por favor, yo te lo pido, ódiame sin medida ni clemencia” o quemarnos a lo bonzo frente a su balcón luego de pedirles que no dejen de filmar la escena para llevarla a la tele y ganarse un dinero extra, además de tener un recuerdo para toda la vida de un instante delicioso.

Y luego están los pequeños detalles, los asuntos cotidianos, que a veces nos ponen en disyuntivas muy difíciles de resolver. Si tengo una vecina beata que es fanática del canto gregoriano y me pone todos los días a los Monjes de Silos a todo volumen coincidiendo con las horas en que los curas rezan sus oraciones en el convento (maitines, laudes, etc.), ¿qué debo hacer para que sea más feliz?, ¿debo acompañarla en sus plegarias como si fuera un franciscano y renunciar a dormir durante más de dos horas seguidas, o será mejor tomar las medidas para hacer que la venerable santona escuche los cánticos en directo (que no en vivo) en la voz de un coro de ángeles y sentada a la diestra del Señor?

¿Cómo hacer feliz al chihuahua de mi vecina, que todos los días deja sus deposiciones encima de mi felpudo?, ¿comprando para él un felpudo nuevo cada día y poniéndole para que coma albóndigas con laxante o prestándole mi rifle calibre 22 a ese otro vecino, víctima como yo del mismo simpático chucho y que dice cada vez que me cruza que nada lo haría más feliz que meterles cuatro tiros al perro diarreico y a su dueña?

En fin, que paso de obligaciones en ese sentido y que cada uno sea libre de hacer de su culo un jardín, mientras no estorbe a los demás. De momento, me conformaré con hacer felices a los lectores dejando de escribir, no sin antes exhortarles a que, si les ha gustado este disparate y han sido felices con él por un momento, lo compartan con sus amigos en los muros de sus redes sociales, para que ellos también disfruten de su misma felicidad y a que si, por el contrario, no les ha gustado, lo compartan con sus enemigos, ya que de este modo podrán resarcirse mínimamente al ver cómo esos odiados rivales se retuercen de asco. De paso, me darán la alegría de proporcionar nuevos lectores a este blog infame y desatendido, cumpliendo plenamente con la máxima de Cantinflas. Muchas gracias.

7 comentarios:

Manolito dijo...

La felicidad es patrimonio de los imbeciles.Podria añadir algo más ,pero no me da la gana...

Enrique de Lasuen dijo...

Buen punto de vista. Coincido plenamente, los imbéciles (como los ignorantes) son felices a su manera, porque ignoran lo que ocurre a su alrededor. Algunos a propósito.

Enrique de Lasuen dijo...

Buen punto de vista. Coincido plenamente, los imbéciles (como los ignorantes) son felices a su manera, porque ignoran lo que ocurre a su alrededor. Algunos a propósito.

Anónimo dijo...

en esta vida no te perdonan ni sonreir ni ser sexy. Te lo digo por propia experiencia.

Frichu,

Enrique de Lasuen dijo...

Lo sé, Frichín, es dura la vida del sex symbol. Quien no lo ha sido nunca no puede saberlo. Lo nuestro es un apostolado.

Duna dijo...

Solo se puede ser feliz ignorando que ignoramos casi todo.
Un beso.

Anónimo dijo...

Lendo esse texto, lembrei-me de uma pesquisa feita aqui no Brasil, na Universidade de São Paulo (USP), falando desse tema. Criou-se um questionário para medir, através de vários métodos e instrumentos, o nível de felicidade das pessoas. Eles acreditam que para medir a felicidade, é necessário avaliar fatores físicos e psicológicos, renda, idade, preferências religiosas, políticas, estado civil etc...

Sabemos que todo indivíduo é movido pela busca da felicidade, eu sou um desses indivíduos, mas essa busca seria uma coisa utópica, uma vez que para ela existir, não poderia depender do mundo real, onde a pessoa pode ter experiências como o fracasso, portanto, o máximo que o ser humano poderia conseguir, seria uma felicidade parcial. Aliás, diga-se de passagem, esse também é um pensamento Freudiano.

Há pouco tempo falei de uma canção para uma pessoa muito especial, que abordava no refrão da música a seguinte frase:

"Felicidade não existe, o que existe na vida são momentos felizes"...

Confesso que é um tema que por vezes me deixa confusa, ontem eu era tristeza e hoje sou só felicidade. Vai saber!

Um abraço.