sábado, 27 de febrero de 2010

De sabihondos y suicidas (Artículo periodístico 6)

Esto de Internet es algo muy curioso. Para quienes escribimos, al menos, es una herramienta de difusión maravillosa que nos permite ampliar el círculo de nuestros lectores del mero ámbito de nuestra familia y nuestros amigos, que nos leen poco menos que obligados, a lugares y personas insospechados.
Hace unos meses añadí a mi blog, por consejo de una amiga y “bloguera” experta, un contador de visitas que permite, además de saber cuántas son las personas que entran en él cada día, cuántas son las visitas acumuladas y también desde qué países se han tomado la molestia de leerme.
La mayoría de las entradas corresponde, como es lógico, a España y Argentina, por ese orden, aunque calculo que el número español no debe ser representativo, porque supongo que el sistema también contabilizará mis propias entradas al blog. Hasta aquí, todo normal, teniendo en cuenta que soy argentino y que vivo en España.
Lo que más me sorprende es que la tabla de posiciones me dice que en tercer lugar está Estados Unidos, seguida de México y un buen puñado de países, algunos tan increíbles como Rusia, Ucrania o Andorra, lugares, unos cuantos, en los que se habla otro idioma y, además, no me conoce absolutamente nadie.
Además, el blog tiene un apartado en donde tanto el lector como el autor pueden intercambiar opiniones mediante los “comentarios” a la nota. Allí, un pequeño grupo de seguidores alientan, apoyan, elogian o critican a un autor que tal vez no se merezca tanto cariño. Son muchos menos que los lectores, ya que (ignoro por qué, aunque no me importa) no todos comentan. Tal vez sea por timidez, porque no se les ocurre nada que decir o por pura compasión, el caso es que hay personas muy cercanas que sé que me leen, pero jamás han puesto dos palabras en la sección de comentarios, aunque debo decir que los hay que me han hecho llegar sus pareceres por otras vías, como el cara a cara o el correo privado.
Por mucho que constituyan un círculo minoritario, no tengo el gusto de conocer en persona a muchos de mis seguidores, pero con algunos hemos llegado a crear una suerte de amistad virtual que me honra.
Sabemos de sobra que el mundo virtual es, mucho más que en el famoso tango, una mezcla milagrosa de sabihondos y suicidas y los blogs no son la excepción. Soy visitante asiduo de diversos blogs y he podido observar que en todos, más tarde o más temprano, aparece algún francotirador cuya única motivación es causar daño gratuitamente. Invariablemente, firman sus comentarios como “anónimo” o, los menos, bajo un nick que disimule su verdadera identidad, todo ello para emitir una opinión condenatoria hacia el autor del blog o, simplemente, para insultarlo.
Yo sabía que mi día iba a llegar, y llegó. Uno de los últimos comentarios de mi post anterior tiene esas características.
Dice Carlo Cipolla en su tratado sobre la estupidez humana que no hay mayor imbécil que aquel que hace daño sin obtener siquiera algún pequeño beneficio para sí y creo que estamos ante alguno de estos casos.
El comentario no es gran cosa, apenas un par de líneas en las que su autor (aunque yo sospecho que en realidad debería decir su autora) dedica la primera a compadecerse de las mujeres que me rodean. Y la segunda a calificar mi escritura como “mala poesía” y a acusarme de “deliberada ignorancia”.
La impunidad que le permite el cobarde anonimato en que se ampara me impide saber (aunque no sospechar) de quién se trata y si me conoce o no personalmente y no sólo a través de mis escritos. Si me conociera, tal vez, podría ser que yo le hubiera dado algún motivo para opinar así sobre mí, aunque se trataría de una opinión parcial, ya que no considera la de las mujeres que me rodean. Si no me conociera, estaría hablando desde la misma deliberada ignorancia que en mí critica.
Cuando habla de mi ignorancia, no puedo menos que darle la razón, sea que me conozca o no, ya que ha acertado de pleno, aunque no es tan “deliberada”, ya que lucho cada día para ser un poquito menos ignorante aceptando que puedo equivocarme y revisando mis posturas, sin creerme el dueño de la razón absoluta y que son todos los demás los que se equivocan, o bien que sólo les interesa joderme la vida.
Lo de mi mala poesía no es ni siquiera original. Ya hace tiempo, alguien muy cercano, entre la andanada de insultos que solía dedicar gratuitamente a quienes más la querían, una persona calificó lo mío como “literatura barata”. Nótese la analogía, son dos formas distintas para decir lo mismo. En todo caso, son opiniones tan válidas como cualquier otra, pues sobre gustos no hay nada escrito y todo es materia opinable, siempre que se haga con respeto y a la cara.
Pero nos hemos alejado un poco del motivo principal del post, que no es otro que dar las gracias de todo corazón a todos y cada uno de los lectores y seguidores de este blog por su apoyo, por su aliento, por su fidelidad, por ese gesto, aparentemente mínimo, de entrar a ver qué se cuece dentro, por darme ganas de seguir. Muchas gracias a todos, sin excepción, incluso a nuestro/a anónimo/a amigo/a, que con sus críticas me ayuda a no creerme García Márquez.. Los quiero a todos y si alguno se ha sentido decepcionado por que haya dejado de lado por un día la ficción, le pido mil disculpas. Prometo volver pronto con más historias del Tabernáculo y otras milongas.
A propósito de milongas, se me olvidaba comentarles que el pasado fin de semana se estrenó en Barcelona la “Milonga del holandés” cuya letra me pertenece en co-autoría con Sandra Redher, la mejor cantante de tangos que hay en España, sanrafaelina del ley, bellísima mujer y mejor amiga (y talentosísima poeta, por cierto) Parece ser que al público le gustó y cuando esté disponible en la red avisaré.
Hasta la próxima.